Se oye mucho hablar de sostenibilidad últimamente; y no es de extrañar, porque a más tardar desde la primera gran aparición de Greta Thunberg en la Cumbre del Clima de la ONU de 2019, muchas personas y empresas han empezado a tomar conciencia de lo importante que es hacer algo por un medio ambiente sano y una buena convivencia en igualdad de condiciones. Problemas ecológicos fundamentales como la escasez de recursos, la falta de agua potable, la contaminación y las catástrofes medioambientales, así como el calentamiento global, han cobrado relevancia en los últimos años. El hambre y la pobreza también van en aumento, mientras que la biodiversidad ha ido disminuyendo con el paso del tiempo. Si queremos realmente detener o al menos ralentizar este proceso, debemos actuar de manera consciente. Afortunadamente, la sostenibilidad desempeña ahora un papel importante en muchos ámbitos de la vida: en las compras, en la alimentación, en el transporte, en el hogar, en la oficina y en el trabajo.

Definición: ¿Qué es la sostenibilidad?

El término sostenibilidad se definió por primera vez en 1987 como «el desarrollo que permite satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro de satisfacer sus propias necesidades». En la actualidad existen muchas definiciones de sostenibilidad, pero todas se reducen a lo mismo: un negocio sostenible significa tratar de forma responsable y consciente los recursos disponibles.

Ya en el siglo XVII, el jefe minero sajón Hans Carl von Carlowitz investigó el comportamiento del consumo humano. Y observó que la gente explotaba el medio ambiente ya por entonces. A principios del siglo XVIII, empezó a haber escasez de madera en la industria forestal. En este contexto, Carlowitz utilizó por primera vez el término sostenibilidad, describiendo que únicamente debían talarse tantos árboles como los que volverían a crecer en un periodo de tiempo previsible tras una reforestación planificada. Esta deforestación consciente y limitada implicaría que seguiría habiendo suficiente madera disponible para las generaciones futuras. Esta historia ilustra a la perfección el objetivo de la sostenibilidad: crear un equilibrio estable entre la economía y la naturaleza.

Los dos modelos centrales de la sostenibilidad: el «Triángulo de la sostenibilidad» y los «Tres pilares de la sostenibilidad»

Hoy en día, la sostenibilidad se presenta como un concepto global que consta de tres componentes. Estos tres componentes se presentan en diversos modelos, por ejemplo en el triángulo de la sostenibilidad o sobre la base de los tres pilares de la sostenibilidad. En ambos modelos, tres componentes conforman la base, e interactúan entre sí: el componente ambiental, social y económico.

Por «ambiental» se entiende, por ejemplo, la protección del clima y de los recursos o también la protección de la biodiversidad, el cultivo ecológico de alimentos o la alimentación sostenible de los animales.

El componente social está relacionado con la justicia, es decir, con la igualdad social de todas las personas en términos de derechos y autodeterminación. También se ocupa de luchar contra la pobreza y garantizar la prosperidad para todos.

El componente económico incluye, por ejemplo, la compra de productos regionales y el suministro y uso de materiales sostenibles.

En un mundo ideal, la sostenibilidad debería existir en los tres niveles. Los tres componentes deben funcionar en el mayor equilibrio posible y, en caso necesario, deben hacerse concesiones.

La sostenibilidad en la vida cotidiana

Es importante que tú también intentes tener en cuenta los tres componentes de la sostenibilidad en tu vida diaria: a nivel social, ambiental y económico. Estos son algunos ejemplos de cómo puedes lograrlo:

Come de forma consciente y sostenible

Una dieta sostenible no solo es buena para el medio ambiente, sino también para tu salud. Cuando vayas a hacer la compra, asegúrate de adquirir productos ecológicos o de comercio justo. Siempre que sea posible, utiliza productos regionales y que no tengan que ser transportados por medio mundo para ser vendidos en nuestros supermercados, como coles y tubérculos en lugar de chirivía y aguacate, alubias en lugar de soja, o semillas de lino en lugar de chía. Consume la menor cantidad de carne posible: no tienes por qué seguir una dieta vegana, pero tiene sentido racionar el consumo de carne de manera consciente. Es más importante de lo que piensas, porque por un solo kilo de carne de vacuno se emiten 28 kilos de CO₂, desde su producción hasta que llega a nuestro plato. Compra los yogures y la leche en botes y botellas de cristal en lugar de en envases de plástico.

Haz que tus vacaciones y viajes sean sostenibles y conscientes

El turismo puede aportar prosperidad a los habitantes de un país, pero también puede tener graves consecuencias para las personas y el medio ambiente. Residuos adicionales, un mayor consumo de agua, una restricción de la vida normal... Todo ello puede tener un impacto negativo. Por eso es mejor que te asegures de proteger el medio ambiente y de apoyar a la población local durante tus viajes. Explora tu propio país en lugar de hacer un viaje de larga distancia; viaja en autobús y tren en lugar de en avión; compra productos locales y elige hoteles que sigan el concepto de turismo sostenible. Demuestra tu aprecio a través de tus actos: hacia la naturaleza y los habitantes de la región que visites en tus vacaciones.

Elige ropa producida de forma sostenible

Trabajo infantil, mano de obra procedente de países en vías de desarrollo... Existen muchas condiciones cuestionables en la industria de la moda. Además, para cultivar algodón se requiere una enorme cantidad de agua. Si puedes, invierte un poco más de dinero en moda de calidad y que esté producida de forma justa, y reduce tu consumo de moda en general.

Haz regalos sostenibles

También es aconsejable hacer regalos significativos y sostenibles para los cumpleaños y en Navidad. ¿Qué te parece una taza de café reutilizable, por ejemplo? ¿O el regalo más preciado de todos: tiempo de calidad?

Invierte en fondos cotizados o ETF, así como acciones o fondos sostenibles

Cuando decidas invertir en algo, asegúrate de que tu dinero no acabe en las manos de empresas que persiguen un objetivo con el que te resulta difícil simpatizar. Es más importante de lo que piensas, Muchos ETF reciben acciones procedentes de empresas armamentísticas, tabaqueras y petroleras. Esto no se corresponde necesariamente con una mentalidad sostenible.

Reduce tu consumo de plástico

En los últimos diez años se ha producido más plástico que en todo el siglo pasado. Piénsalo: ¿con qué frecuencia ves y utilizas plástico en tu día a día? ¿Al cepillarte los dientes, al cocinar, al ir de compras? El 90 % de toda la basura que contamina los océanos y que se encuentra en las islas de basura del mar es plástico. Además, existen pruebas de que el plástico podría ser perjudicial para la salud. Así que, si reduces tu consumo de plástico, no solo estarás haciendo algo bueno por el medio ambiente, sino también por tu salud. Esto es lo que puedes hacer: Ve a hacer la compra con una bolsa de tela, compra la fruta y la verdura a granel y no envasada en bolsas de plástico, y elige materiales de madera o bambú para tu hogaren lugar de plástico.

Mantente informado sobre las formas en que puedes hacer algo bueno por el medio ambiente y por tus semejantes

Hay muchas formas de implicarse con el medio ambiente, o una economía y una sociedad sostenibles: por ejemplo, implicándose socialmente, aprendiendo más sobre sostenibilidad y buscando nuevas alternativas respetuosas con el medio ambiente para la vida cotidiana. Encuentra tu camino y busca aquello que te gusta y puede hacer bien al planeta. Utiliza tu posición profesional para aportar innovaciones sostenibles al hombre o a la mujer. El primer paso suele ser el más difícil, pero merece la pena.

Sostenibilidad en la oficina

Dedicamos muchas horas de nuestra vida a nuestro trabajo. También producimos una gran cantidad de emisiones de CO₂ en nuestro lugar de trabajo: una oficina vierte de media unos 30 kilogramos de CO₂ por metro cuadrado al año. Por lo tanto, intenta ahorrar energía también en la oficina, ya que la generación de energía es el mayor impulsor de las emisiones en Alemania. Puedes hacerlo, por ejemplo, a la hora de procesar los datos digitales. Las emisiones de CO₂ producidas por nuestro consumo digital son comparables a las producidas por el transporte aéreo mundial. Así que no solo se puede hablar de «vergüenza de volar», sino también de «vergüenza digital»: tan solo la producción de dispositivos finales digitales ya supone una gran parte de las emisiones. Miles de millones de centros de datos envían y almacenan cantidades gigantescas de datos cada segundo, lo que implica un gran coste de electricidad. Además, hay que refrigerar los servidores. Una sola consulta en un motor de búsqueda produce hasta diez gramos de CO₂... 20 consultas equivalen aproximadamente a la cantidad de electricidad que necesita una bombilla de bajo consumo para permanecer encendida durante una hora. Si se tiene en cuenta que la humanidad busca en Google unos 3.500 millones de veces al día, la suma es considerable. ¿Qué puedes hacer para reducir estas emisiones?

• Apaga la luz durante el día

• Apaga la cámara durante las grandes reuniones virtuales

• Guarda los archivos en el servidor compartido en lugar de enviar correos con archivos adjuntos más grandes

• Evita las consultas de búsqueda innecesarias, mejor visita una página o sitio web directamente

• Limpia tu bandeja de correo con regularidad

• Apaga el portátil o el ordenador después del trabajo

• Almacena lo mínimo necesario en la nube

• Activa un bloqueador de anuncios

Evitar - reducir - compensar

La regla de tres «evitar - reducir - compensar» se aplica tanto en la oficina como en la vida cotidiana en casa. En el mejor de los casos, deberías evitar por completo las ofertas perjudiciales para el medio ambiente o los proveedores cuyas condiciones de trabajo para los empleados sean malas. No obstante, hay casos en los que no se puede prescindir por completo de este tipo de ofertas. En esos casos habrá que reducir la compra de tales ofertas o minimizar el uso de tales servicios, es decir, recurrir a ellos únicamente en casos excepcionales. El último componente de esta regla de tres entra en vigor cuando no es posible evitar o reducir las ofertas perjudiciales para el medio ambiente. Se refiere a las emisiones de CO₂: mediante la compensación financiera, se realizan pagos compensatorios que se invierten específicamente en proyectos de reducción de emisiones en países en desarrollo y emergentes. Esto debería contribuir a reducir las emisiones de gases nocivos para el clima. Además, estos pagos también mejoran la calidad de vida de la población local. Sin embargo, la compensación solo debería ser realmente una solución provisional: no basta con compensar las emisiones de CO₂ para tener realmente un impacto positivo y sostenible sobre la Tierra y sus habitantes.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU

En septiembre de 2015, durante la 70ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), los 193 miembros adoptaron una «Agenda 2030». Los diecisiete objetivos de sostenibilidad que contiene incluyen las tres dimensiones de la sostenibilidad (ambiental, social y económica) y también se conocen como las cinco P:

• Personas (people): por ejemplo, reducir la pobreza y el hambre; lograr la igualdad de género

• Planeta (planet): por ejemplo, aplicar medidas de protección del clima; proteger la vida submarina

• Prosperidad (prosperity): por ejemplo, reducir las desigualdades, promover una energía asequible y limpia

• Paz (peace): promover la paz, la justicia y unas instituciones consolidadas

• Alianzas (Partnership): por ejemplo, cultivar las alianzas para lograr los objetivos comunes

Con esta agenda, la ONU ha acordado cumplir estos objetivos para 2030. La Agenda 2030 hace hincapié en que la sostenibilidad es una responsabilidad compartida de todos los países y de muchos actores diferentes, incluidos la política, las empresas, la ciencia y la sociedad en general, es decir, todos debemos contribuir.

Sostenibilidad en la empresa

En la actualidad, muchas empresas contribuyen voluntariamente al desarrollo sostenible más allá de lo que dictan las medidas necesarias prescritas por la ley y lo demuestran en mayor o menor medida públicamente. Esta contribución voluntaria también se describe como RSC, las siglas de Responsabilidad Social Corporativa. La RSC es, por tanto, un intento de implantar la sostenibilidad en las empresas. Algunas empresas cuentan incluso con sus propios responsables de RSC, que se encargan de la cuestión de la sostenibilidad, desarrollan medidas concretas con este fin, tratan el tema con empleados y clientes y elaboran una estrategia sobre cómo pueden alcanzarse a largo plazo los objetivos de sostenibilidad de la empresa.

Una empresa sostenible debe responsabilizarse de las personas, de la naturaleza y también de las generaciones futuras. Cuando las empresas cumplen con esta responsabilidad, otros grupos de interés, como los empleados, clientes o el mercado en general, también toman nota. Y eso es más importante que nunca hoy en día: los consumidores sienten hoy en día una necesidad más grande de ser más conscientes ecológica y socialmente que en el pasado. Alrededor del 50 % presta atención al hecho de que los proveedores actúen con conciencia social y ecológica a la hora de comprar. Una orientación corporativa sostenible está, por tanto, inextricablemente ligada a la capacidad de competitividad de una empresa. Varios estudios (por ejemplo, de Pérez, Fernández-Salinero y Topa, 2018) también muestran que las empresas sostenibles tienen un éxito económico significativamente mayor que las que deciden no ser sostenibles. Esto se debe a varios factores: una orientación sostenible puede inspirar a los empleados a tener un mayor compromiso con su empresa y su misión a largo plazo y también ofrece mayores oportunidades para atraer a jóvenes talentos a la empresa.

¿Cuáles son los beneficios de la sostenibilidad?

Puede que mientras estés leyendo esta entrada de blog, estés pensando: «¿por qué debería preocuparme yo por el medio ambiente cuando ay millones de personas que pasan absolutamente del tema?». Buena pregunta. Un informe de hace pocos años de Oxfam International reveló que el 1 % más rico de la población emite más del doble de carbono que la mitad más pobre de la humanidad (Oxfam, 2020). Esto plantea realmente la cuestión de por qué uno mismo debe actuar de forma sostenible, mientras que otras personas cogen un vuelo privado o un helicóptero de Milán a París para ir de compras o a comer fuera; y apoyan el trabajo infantil en la India. Afortunadamente, también hay hallazgos más motivadores: el comportamiento de cada individuo tiene un impacto fundamental sobre el clima y el medio ambiente. Se sabe ya que gran parte de las emisiones de CO₂ que vierte cada uno a nivel individual a la atmósfera pueden reducirse mediante un consumo consciente, y llegar a marcar la diferencia. Y hay otros avances positivos: cada vez más personas reflexionan sobre lo que consumen y cuándo: una encuesta de YouGov realizada en toda Europa en 2021, por ejemplo, reveló que el 77 % de los encuestados en Italia están preocupados por la sostenibilidad y que estos pensamientos también influyen en sus hábitos alimentarios y de compra. En Francia es del 67 %, y en Alemania y España del 60 %, respectivamente (Statista, 2023). Así que si estás intentando vivir de forma más sostenible, que sepas que no estás solo. Y si eso aún no te convence: ser consciente del medio ambiente es simplemente «lo que hay que hacer». Con toda la información que tenemos, sabemos ya que es imperativo y correcto vivir de forma sostenible. Independientemente de lo que hagan los demás y de si tú solo puedes o no salvar el mundo con tu comportamiento.

Y gracias a la psicología positiva, sabemos algo más: el desarrollo sostenible y la consiguiente renuncia al consumo pueden tener sin duda efectos positivos en la calidad de vida de las personas, porque: no llegamos a ser felices a través del consumo y los bienes materiales, sino más bien a través de unas relaciones sociales estables. Por lo tanto, la propiedad y los ingresos no son lo más importante en sí mismos, sino que, según los estudios, lo son porque estos recursos financieros pueden utilizarse para mantener a otras personas (Buttlar, Latz & Walther, 2017). Y ahí está de nuevo la sostenibilidad social: al fin y al cabo, lo que nos preocupa es la justicia: garantizar una buena calidad de vida para todos. Por tanto, la solidaridad con los demás y la consideración por nuestro entorno no son contradictorias con la calidad de vida individual, sino que incluso pueden contribuir a ella.

Al final, lo que dijo una vez el explorador polar y ecologista británico Robert Swan es cierto: «La mayor amenaza para nuestro planeta es la creencia de que alguien más lo salvará».

Si deseas obtener más información sobre el tema, te recomendamos nuestro curso «Sostenibilidad en la empresa: trabajar social, económica y ecológicamente».